diumenge, 28 de novembre del 2010

Tu i jo

Tu i jo no som enamorats,
som l’amor dins d’un sol ésser.
Som la pols de la passió,
som el fum després del sexe.

Tu i jo no som enamorats,
som l’acció que no té fi.
Som la guerra del llenguatge,
tot allò que no es pot dir.

Tu i jo no som enamorats,
i és l’amor el bon deixeble
que ens espia les mirades,
i tot ell es torna feble.

Tu i jo no som enamorats,
mes som portats a dur judici
per destronar el gran poeta
de l’amor i el seu seguici.

Però tu i jo, estimat,
no som dos enamorats,
i per això, amor meu,
no podem ser condemnats.

dimarts, 28 de setembre del 2010

Sense trencar-te el cor

Vull llepar-te
fins deixar-te sense gust.
I mossegar-te
i empassar-te.


Vull palpar-te
fins deixar-te sense pell.
I esgarrapar-te
i estripar-te.


Vull ensumar-te
fins deixar-te sense olor.
I respirar-te
i esnifar -te.


Vull estimar-te
fins deixar-te sense amor.
Per després abandonar-te
sense trencar-te el cor.

dimecres, 8 de setembre del 2010

Encara que sigui mentida

Aquella nit ho hagués engegat tot a pastar fang. Se sentia tan petita i feble... com aquells cadells que veia a l’aparador de la botiga d’animals que hi havia dos carrers més enllà de casa seva. Sempre pensava que, un dia, se’ls enduria tots a casa perquè mai més tornessin a estar sols. Així d’infantil era ella, així de peculiar –deia ell-.
Quan se’n va anar, tombant la cantonada, ni tan sols era conscient que ella romandria una bona estona asseguda al racó dels comiats. Feia fred i la gent se la mirava com si fos una jove a qui havien trencat el cor. Quina ràbia –va pensar-, cada vegada sóc menys jo per ser més ell. I es premia fort la mà esquerra amb la mà dreta, i aleshores es mirava les ungles –llargues, com les de la mare- i es començava a rossegar les pells dels voltants. Sentia passes d’altres que no eren ell, i cada desconegut que veia passar li provocava unes terribles i decebedores punxades dins seu. Qui era ella? Qui era ell? Qui eren ells? I de cop i volta va recordar aquella llegenda Sioux que tant li agradava... aquella d’un ancià advertint dos joves enamorats que una àguila i un falcó mai podrien volar lligats. I per fi, sense avisar, les llàgrimes començaren a néixer. Eren unes llàgrimes d’aquelles que tant li agradaven, de les que gairebé no tocaven les galtes, de les suaus, de les de debò. Li van venir ganes d’arrencar a córrer darrere seu i, per una vegada, no dir-li la veritat. Tragar saliva i cridar que ja no l’estimaria mai més i que marxaria per sempre, que ho deixarien estar i que no es tornarien a veure. Però quan es va aixecar les cames li tremolaven –potser pel fred, potser no- i va començar a caminar lentament en direcció contraria a aquell desamor que encara no ho era, però que tard o d’hora o seria. I va pensar que potser podria esperar una mica més, i va tornar a casa i va començar a escriure paraules que serien per a ell.

diumenge, 13 de juny del 2010

A otra cosa

¡Les cuesta tanto entenderla…! Una noche es capaz de tumbarse en medio de la carretera gritando “¡estoy volando, estoy volando!” y a la mañana siguiente esconderse de todos los espejos que se atreven a mirarla. ¿Qué tonterías son esas? Pasadas las doce se derrite por cualquier sonrisa que se le ponga delante, pero si sale el sol empiezan a relucir los temores de una frágil figura de barro que siente que va a ser pisoteada de un momento a otro. Y no es su orgullo lo que se rompe, sino su satisfacción. Porque no soporta la idea de vivir dos instantes idénticos, así que, cuando se asusta, empieza a correr y a saltar para convertir ese momento en un momento único e irrepetible.

Tal vez debería haber nacido mariposa, y descubrir la intensidad del viento susurrándole cosas tristes en cada aleteo.

Va de buena, de rara, pero en realidad es tan corriente y vulgar… -escuchó una vez. Vaya, no tenía constancia de tan descarada vulgaridad. Sabía que su actitud podía hacer que pensaran que quería dar esa imagen de niña buena y tímida… ¡pero no lo podía remediar! ¿Qué iba a hacer? No podía ponerse a correr por los pasillos del hospital… eso hubiese sido mucho más raro y seguramente habría acabado en la planta de psiquiatría.

Me pones –le dijo a alguien un día cualquiera. Sí, a ella le gusta esto. Otro día le dijo a un tipo raro que le caía mal, y al siguiente le pidió un cigarro y le prometió un baile a cambio. Otros días le daba por charlar sobre la ética de los caracoles o sobre lo que hay dentro de los buenos corazones.

¿Cuántos llevas? Uno detrás de otro. Y sus rizos alocados se derretían delante de ella. ¡Qué bien tenerla cerca! No soportaba la idea de sentirse obligada a pedir perdón cada domingo por la mañana, cuando las sábanas aún tenían manchas de culpabilidad. No era necesario.

Se está haciendo tarde, será mejor que nos vayamos.

Sí, pero andemos un rato con los ojos cerrados por si el viento nos quiere susurrar.

dimecres, 28 d’abril del 2010

Summer plans

El verano se acerca. Y joder, qué verano. Cada vez vives más al día, sin planes, sin predicciones. ¡Y cómo te gusta a ti todo esto!

-Ey, ¿qué harás este verano? –preguntan animados-.

-Pues… pues no lo sé.

Y sonríes. Parece triste, un verano sin planes. Pero este siempre ha sido el mejor plan para ti. Y se te pasa por la cabeza un viaje a Francia o un intenso verano de feria en feria. Tal vez acabes en Canadá o repitas con Granada y todos esos colores que te enamoraron. Lo que tienes claro es que se acercan las noches en la playa, con un par de copas de más, nadando a oscuras observando la luna –que también observará, intentando adivinar cuántos quilos has engordado des del verano pasado-.

Y sudarás, y cogerás color, y te llenarás de sal, incluso hasta te cortarás el pelo.

Qué incertidumbre tan buena… como cuando esperas el beso que tarde o temprano llegará. Con ese cosquilleo en la punta de los dedos, que nunca has sabido muy bien cómo explicar.

Vamos a vivir, ¿vale? Dejémonos de planes y vamos a vivir al ritmo que marque el mar.
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divendres, 16 d’abril del 2010

The End

Íbamos cayendo, sin querer, los unos encima de los otros. Sin darnos cuenta, sin tiempo para reflexiones, empezábamos a ser almas muertas en cuerpos que aún guardaban salud para rato. Pero la incertidumbre se acercaba, casi al mismo ritmo que la indiferencia –a la que nadie lograba superar en velocidad y oportunismo-. Ésta última siempre se presentaba justo al tiempo en que las cosas pintaban mal, como si ya lo supiera ella. Y entonces agarraba nuestros corazones y los arrastraba a un abismo de desidia del que pocos lograban salir sin al menos una pequeña cicatriz. Todos volvíamos, o al menos la mayoría, pero ya no lo hacíamos de la misma forma, ni con la misma ilusión. Era como la misma muerte. Tan endurecedora, tan fría, tan injusta a veces, tan natural otras.

Éramos almas muertas, aunque nuestras piernas caminaran y nuestros pulmones se llenaran, hacía mucho tiempo que habíamos decidido que la vida ya no era para nosotros, valientes soñadores, pobres desafortunados, ingenuos artistas sin talento.

Se nos rompían los gestos mientras a otros les brillaban los ojos y temblábamos, ¡cuánto temblábamos aquellas noches de abril!

Pero luego salía el sol y rescataba a aquellos sabios que, al fin y al cabo, eran los poderosos. Y a su alrededor miles de cadáveres, aún con el corazón bombeando, contemplábamos impotentes la escena.

Nunca habría un final para nosotros.

dijous, 8 d’abril del 2010

Correspondencia nunca enviada

Esto va por vosotros, capullos integrales.

Tipos duros, chicos rudos, almas libres, dedos largos, lengua fría, alma helada. Va por todos vosotros, imbéciles atontados. Tipos sensibles, chicos románticos, ojos abiertos, mente cerrada, pasos pequeños, voz apagada. Cobardes, embusteros y maquiavélicos.

Va por esos polvos salvajes en días lluviosos, por esos orgasmos fingidos en noches de verano, por esos roces en playas mojadas. Por vosotros, pedazo de idiotas. Que os jodan. Pantalones caídos, chupa de cuero o palestino desgastado. Lo último de Maiden o el primero de Clapton. A la mierda.

Cartas de amor, canciones de amor, sonetos de amor, retratos de amor… todo arde.

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Yo me voy a Honolulu con un cigarro y un sombrero.

Aquí os quedáis, panda de enfermos.

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Atentamente,

Diana.

diumenge, 14 de març del 2010

Diumenge

T’has llevat amb els ulls inflats. Ja saps per què, oi? sí, clar que ho saps, sempre et passa el mateix. Has encès el llum amb el peu, com cada dia quan et despertes abans que soni l’alarma del mòbil.

Diumenge –has pensat­–. Deu meu, com odies els diumenges. Els carrers tan buits i les cases tan plenes. Sí, torna a ser diumenge, com cada setmana.

I les paraules segueixen encallades, i elles que no volen sortir i tu... tu que tant les necessites aquest matí. Perquè si, perquè torna a ser diumenge i encara tens coses a dir.

dilluns, 8 de febrer del 2010

Despertar

Observaba el mundo con los ojos cerrados por si un golpe de viento le robaba una lágrima; andaba por andar, sin saber a dónde ir, sin saber cuando parar, ella sólo andaba porque le daba miedo sentarse a pensar. La luz se colaba entre sus párpados, incluso las miradas se filtraban a través de sus pestañas, pero ella seguía sin abrir los ojos: no quería más dosis de realidad. Talvez estaba volviendo de nuevo al blanco, a su tan temido blanco.

Y sus pies andaban sin pisar, flotaba sobre aquel suelo frío, duro y escarchado. Y sus labios cerrados, para no soltar su voz, se pusieron hasta morados de tanto apretar. Llegó el momento: tenía que abrir los ojos. Seguiría andando, pero con los ojos abiertos, los pies en el suelo y su voz como una gran llamarada extendiéndose por el bosque.

Era la hora de despertar.

divendres, 29 de gener del 2010

¿Hacia dónde?

Empezaba a sentir que su mundo se desmoronaba y se echó a llorar. Temía acabar siendo alguien débil incapaz de superar los obstáculos del camino y eso la convertía en alguien aún más vulnerable. Le vinieron a la cabeza imágenes del pasado, imágenes atemporales, indeterminadas, indefinidas, imágenes borrosas que le producían cierta felicidad. Pero su ánimo se perdió en un río de nostalgia, arrepentimiento, impotencia y rabia. No entendía cómo era posible que las cosas terminaran tan rápido, sin dejar apenas rastro, sin dejar una esencia palpable para el resto de la eternidad. Sentía que no tenía nada entre las manos, que todo se iba irremediablemente con el viento, con el tiempo, con cada segundo que avanzaba en el reloj. Había soltado el timón, había perdido el control. Un caballo sin riendas, un tren sin vía, un avión sin piloto destinado a estrellarse en cualquier desierto.


Mercè Cama, 22 de octubre de 2007.

Y ella sin brújula.

dimecres, 6 de gener del 2010

(in)completos desconocidos

Como cada noche, John salió de su consulta diecisiete minutos más tarde de la hora que marcaba su contrato. Ya con el maletín en la mano izquierda, guardó su preciado reloj de bolsillo en la chaqueta y se despidió de Astrid, la secretaria, que seguía inmersa en su compleja tarea de ordenar informes médicos. John había tardado nueve días en cuadrar su reloj con el de Alice. Si salía sólo quince minutos más tarde notaría sus pasos siguiéndole dos manzanas atrás –algo que le provocaba una terrible ansiedad– y si, por el contrario, el tiempo de espera se alargaba veinte minutos, la vería desde lejos entrar en su portal. Pero si esperaba diecisiete minutos exactos, diecisiete vueltas de la aguja delgada desde que el reloj marcaba las ocho y media, disfrutaría de un precioso paseo detrás de su musa: cruzarían juntos la gran avenida y los tres pasos de peatones antes de llegar a la calle de los sastres, donde se separarían para reencontrarse enfrente de sus respectivos domicilios. John sabía que el camino que elegía era más largo, por lo que, antes de llegar al último paso de peatones, aceleraba ligeramente el paso para disfrutar luego de un plano general de Alice.
Al llegar a casa, John dejaba las llaves sobre el recibidor y sacaba su reloj del bolsillo para dejarlo encima de la mesita del comedor. Colgaba la chaqueta en la percha y dejaba el maletín sobre el escritorio de la modesta librería que llevaba siete años en construcción. Tenía entonces cincuenta y tres minutos para ducharse y cenar frente al televisor antes de retomar su obra.
A las diez en punto, Alice ya tenía el camisón puesto y retiraba la cortina de la ventana de su habitación para dejar que la luz de la calle se colara entre sus sábanas. Encendía la lámpara de la mesita de noche y cogía el libro que había justo al lado. Se quitaba las zapatillas y se tumbaba en la cama –que estaba situada enfrente de la ventana­– quedando expuesta a los ojos de su admirador.
Para aquel entonces, John ya tenía preparado su lienzo y había separado los pinceles que utilizaría junto con las pinturas al óleo que había guardado la noche anterior.
A partir de ese momento, John tenía entre veinte y treinta minutos para introducir nuevas luces, texturas y formas a esa realidad que lo acercaba cada vez más a su querida Alice. Ella, mientras tanto, se sumergía en las descripciones e ironías de su escritora favorita a quien debía el nombre de su gato Austen, que se acurrucaba a su lado introduciendo un tono grisáceo a la composición.
Para John, cada nuevo trazo era como una suave caricia en el cuerpo de Alice, sentía la pasión en cada color sobre la tela y no había más luz que la que ella desprendía. Su pelo era largo y ondulado, su cuello parecía irresistiblemente suave y sus manos y brazos eran delgados. La sábana difuminaba el resto de su cuerpo pero aún se podían intuir unas no menos delgadas piernas. La habitación contenía una amplia paleta de color, que iba des del beige de las paredes hasta el color café de sus oscuros muebles. Todo en aquel dormitorio le parecía celestial. La amaba, la amaba con toda su alma.
La pequeña luz de la mesilla se apagó, John se estremeció pero no pudo evitar sonreír. Permaneció unos minutos más observando el espectáculo hasta que la calle se cubrió con tanta oscuridad que ya no pudo distinguir esa silueta que tanto conocía. Fue entonces cuando Alice le regaló una sonrisa que él nunca podría ver. John limpió los pinceles, guardó las pinturas en el segundo cajón de la cómoda que tenía a su izquierda y cerró la ventana de la habitación.

-Buenas noches, Alice.

-Buenas noches, John.



Balcony at Buenos Aires, Fabián Pérez.