¡Les cuesta tanto entenderla…! Una noche es capaz de tumbarse en medio de la carretera gritando “¡estoy volando, estoy volando!” y a la mañana siguiente esconderse de todos los espejos que se atreven a mirarla. ¿Qué tonterías son esas? Pasadas las doce se derrite por cualquier sonrisa que se le ponga delante, pero si sale el sol empiezan a relucir los temores de una frágil figura de barro que siente que va a ser pisoteada de un momento a otro. Y no es su orgullo lo que se rompe, sino su satisfacción. Porque no soporta la idea de vivir dos instantes idénticos, así que, cuando se asusta, empieza a correr y a saltar para convertir ese momento en un momento único e irrepetible.
Tal vez debería haber nacido mariposa, y descubrir la intensidad del viento susurrándole cosas tristes en cada aleteo.
Va de buena, de rara, pero en realidad es tan corriente y vulgar… -escuchó una vez. Vaya, no tenía constancia de tan descarada vulgaridad. Sabía que su actitud podía hacer que pensaran que quería dar esa imagen de niña buena y tímida… ¡pero no lo podía remediar! ¿Qué iba a hacer? No podía ponerse a correr por los pasillos del hospital… eso hubiese sido mucho más raro y seguramente habría acabado en la planta de psiquiatría.
Me pones –le dijo a alguien un día cualquiera. Sí, a ella le gusta esto. Otro día le dijo a un tipo raro que le caía mal, y al siguiente le pidió un cigarro y le prometió un baile a cambio. Otros días le daba por charlar sobre la ética de los caracoles o sobre lo que hay dentro de los buenos corazones.
¿Cuántos llevas? Uno detrás de otro. Y sus rizos alocados se derretían delante de ella. ¡Qué bien tenerla cerca! No soportaba la idea de sentirse obligada a pedir perdón cada domingo por la mañana, cuando las sábanas aún tenían manchas de culpabilidad. No era necesario.
Se está haciendo tarde, será mejor que nos vayamos.
Sí, pero andemos un rato con los ojos cerrados por si el viento nos quiere susurrar.