diumenge, 18 d’octubre del 2009

Melinda

Cuando era pequeña, Melinda siempre jugaba a detectives con los chicos de quinto. Ellos habían aprendido a aprovecharse de la pequeña e ingenua Melinda, que acabó más de una vez en el despacho de la directora por entrar en las aulas durante la hora del recreo o por colarse en la habitación de mantenimiento y asustar a las mujeres de la limpieza. Pero eso a Melinda le daba igual, ella era consciente de que le quedaba mucho por aprender y de que todo detective debía enfrentarse a momentos tensos y pilladas infraganti para llegar a ser un gran investigador privado. Así que Melinda seguía desafiando aquellos “¿te atreves a entrar?” y aprendió a dejar la mente en blanco mientras asentía con la cabeza a todo lo que la directora le repetía una y otra vez de camino a su despacho. Melinda aprendió también que Arturo, el chico guapo de quinto, la utilizaba como cabeza de turco para salir indemne de todas sus jugarretas. Pero Melinda era mucho más lista de lo que parecía. Y Melinda llegó muy lejos. Estudió el comportamiento de aquellos chicos que, infantiles y cobardes, pedían a una atrevida niña de tercero que entrara en la sala de profesores y husmeara en los cajones de la señorita Inés. Melinda había configurado cantidad de estudios mentales durante esas largas horas de castigo, sentada al lado de la ventana, observando cuántos goles marcaba Adrián o a quién le tocaba aguantar los gritos de niña bien de Beatriz.
Gracias a eso, Melinda se había convertido en una exitosa detective que era capaz de afrontar cualquier reto, por peligroso e imposible que pareciese. El nuevo caso era un caso tentador pero que exigía una gran concentración. No podía distraerse, ni un solo fallo. Melinda debía descubrir cuántos agujeros guardaba Javier en su corazón, cuantas grietas se habían abierto en ese valioso órgano que él se empeñaba en cubrir con una dura y tenaz armadura. Melinda estaba convencida: Javier mentía cuando decía que nunca había sentido lo que sentía en ese momento. Estaba segura que en esa frase había algo que no encajaba. Y Melinda debía encontrar ese detalle que le permitiera desmontar su coartada.
Durante mucho tiempo, Melinda empezaba el juego en la puerta de su casa, justo cuando él le abría la puerta y le daba un beso en la frente. Melinda acercaba la mano derecha al cuello de Javier, poco a poco, casi a cámara lenta, y después de mirarlo penetrantemente iniciaba un viaje alrededor de su cuerpo. Melinda rastreaba su pecho en busca de una señal y, entre orgasmo y orgasmo, intentaba construir un patrón de comportamiento para detectar cualquier anomalía en sus delirantes palabras.
A Melinda nunca le gustó gritar, y nunca entendió el porqué del estado de posesión infernal en el que entraban algunas féminas descontroladas al practicar algo tan divertido como el coito. Para ella era algo totalmente incomprensible y fuera de la normalidad... aunque claro, ella siempre había creído que pensaba demasiado en todo y que eso no le permitía disfrutar de los pequeños detalles con naturalidad.
El caso es que pasados dos meses, Melinda consiguió descubrir cuál era el secreto de ese chico tan irresistible con el que se acostaba. Javier no la quería, y nunca la había querido. Javier era un Arturo con veinte años más encima, pero con las mismas intenciones de aprovecharse de una ingenua niña que quería jugar. Y, sin darse cuenta, sin ver venir ese golpe en su dignidad, Melinda se había enamorado fervientemente de ese insensible, descarado, prepotente y fanfarrón al que había estado investigando. Y se maldijo por no haber percibido ese aire de dominación la primera noche que se plantó frente a la puerta de su casa, cuando Javier la miró fijamente y, con una pícara sonrisa en los labios, le dijo: ¿te atreves a entrar?

6 comentaris:

Anonymous ha dit...

Has de tancar tot el que obres?

OjosMiel. ha dit...

Enamorarse de alguien a quien se ha estado investigando. Supongo que por eso investigar es peligroso, porque corres el riesgo de descubrir magia en aquello que investigas.

Mei ha dit...

Suposo que sí, he de tancar tot el que obro, tot i que no entenc la pregunta.

Anonymous ha dit...

possiblement, l'amor és cec

http://www.youtube.com/watch?v=8QV-EKkMZtk&feature=player_embedded

Mei ha dit...

Cec i caduc.

ladel63 ha dit...

Potser és cec i caduc, però és alhora la realitat abstracta que més et pot fer sentir.

Soberbi. Escrit teu?
Ens veiem per classe ;)

P.D.: Sóc l'Aida!