Hoy he tocado tu integridad con la punta de mis dedos. Tú te has sobresaltado, no sé si estabas asustada, pero creo que te ha gustado.
Después de eso has empezado a andar desordenada y torpemente hacia ninguna parte. Tus pies parecían estar dentro de unos gigantescos zapatos. Ibas como jugando a la gallinita ciega, con los brazos estirados intentando palpar algún muro firme y con la cabeza agachada temiendo vete a saber qué.
Imagínate que hubiese estado sonando una canción de fondo… una lenta canción a piano, ¿no te produce todo eso una terrible incertidumbre, un malestar?
Estás decayendo, en todo. Por tu culpa, claro, siempre ha sido así. Unos días arriba… otros abajo. Un círculo vicioso, un espiral que te absorbe, pero no siempre en la misma dirección. Cada vez te cuesta menos salir de cualquier espiral, sea bueno o malo, y esto te hace sentir poderosa, pero te da miedo perder de golpe el control. Qué gran mentira, ¿Cuándo has tenido tú el control?, ¿hasta qué punto lo has tenido?
Bien, ahora no es momento de pensar en esto. Sigues caminando sin ver nada… dibújate una venda en los ojos. Una venda negra en un fondo blanco. Tú también vas vestida de blanco, es tu vestido favorito… vale, es tu único vestido, pero te encanta. Y… vas descalza, aunque por tu forma de andar sigue pareciendo que tus pies estén dentro de unos zapatos enormes. ¿Es verano? Sí, vale, es verano, pero sólo porque tu vestido es veraniego. Aunque poco importa eso, no hay sol, ni nubes, ni aire. No hay nada.
Quisiera poderlo dibujar, me ahorraría tener que explicarte dónde estás si supiera dibujar, porque es una imagen muy sencilla de observar, pero difícil de describir.
Sería lógico que tu voz se repitiera a lo lejos al hablar, pero no hay eco, porque no hay voz. Absoluto silencio. Desesperante silencio. Pero tú estás tranquila, ¿por qué?
Esto no tiene un final. Ahora no. Vas a quedarte allí, pero no vas a sentarte, vas a seguir andando torpemente en la nada. ¿Te das cuenta? El blanco te da miedo, te horroriza. No haces más que escribir sobre él… vale, y sobre el blanco también. Pero te gusta, porque convencionalmente el blanco significa pureza, y la pureza te gusta, aunque no la respetes mucho.
Vale… voy a irme, tú quédate aquí. Espérame, ¿vale? No te muevas… te lo ruego, no te muevas, por favor.
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