dijous, 2 d’abril del 2009

Mi silencio

Nos aterroriza. Puede incluso que nos de más miedo el silencio que la muerte. Quizás porque percibimos el silencio como el preludio de la muerte. Nos incomoda no decir nada y preferimos soltar cualquier gilipollez antes que permanecer callados durante unos instantes. Ligamos el silencio a la tristeza, y nos preocupamos por aquellos que nunca dicen nada. Luego esos parecen antipáticos o tímidos, cuando seguramente lo único que hacen es escuchar todo lo que el silencio tiene que decir. Yo soy una de esas personas calladas, que no hablan mucho, que han nacido más para escuchar que para hablar. A los habladores eso les pone de los nervios, en seguida te preguntan si estás bien, si te pasa algo, si estás enfadado o triste, si te están aburriendo con su discurso. Y luego están los comentarios estúpidos como “¿se te ha comido la lengua el gato?” o “puedes hablar, eh...” ya lo sé, imbécil, ya lo sé. Pero me gusta más estar callada, escuchar, sonreír, y hablar sólo cuando tenga ganas de hacerlo, no para salvar una situación aparentemente incómoda. Y es que a mí no me da miedo el silencio, me aterroriza mucho más el ruido, la muchedumbre, las masas de gente habladora. Quizás por eso me gusta tanto estar sola, porque nadie va a obligarme a hablar si no me apetece hacerlo.